El baño frío ante la fiebre es un error

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El baño con agua fría es una respuesta tradicional ante la fiebre. Si un niño se calienta, existiendo consecuencias patológicas asociadas a la elevación de la fiebre -como las convulsiones-, la respuesta más lógica que nos brinda nuestro cerebro es que lo empapemos con el agua más fría que se pueda tolerar. El día de hoy aprenderemos que esta práctica constituye un craso error.

     Hace miles de años, cuando se desató el fenómeno que hoy conocemos como era del hielo, un tipo de animal desplazó a los dinosaurios y reclamó el dominio de la superficie de la tierra: Los mamíferos, clase a la que pertenecemos los humanos. En dicha época nuestros cuerpos se adaptaron y la producción de calor se convirtió en la principal prioridad -esto explica por qué la mayor parte de toda la energía que consumimos se convierte en calor-, de ahí el preciso sistema de control de temperatura con el que contamos, regido por un poderoso termostato, ubicado en el hipotálamo.

     Uno de los métodos para conservar la temperatura con los que contamos es el reclutamiento de nuestras estructuras internas, mediante un poderoso aislante: una densa capa de grasa que circunda toda nuestra superficie, debajo de la piel, y que se conoce como "Tejido Subcutáneo". Este sistema, entre otros propósitos, cumple con el requisito de conservar calor -recordemos que la grasa es un muy efectivo aislante de calor y electricidad.

     Sin embargo, en ocasiones, cuando la temperatura interna supera los valores preestablecidos por el "Termostato Hipotalámico", se hace necesario traspasar esta barrera para perder calor, y es ahí donde entra un intrincado sistema de vasos sanguíneos que atraviesa el tejido subcutáneo, llevando la sangre a la superficie -la piel-, donde, mediante la evaporación, se pierde calor de manera muy efectiva. En caso de que esta pérdida de calor sea excesiva, gracias a reflejos mediados por el propio hipotálamo, dicho sistema vascular se contrae hasta cerrarse, volviendo a conservarse el calor.

     Es precisamente en lo expuesto anteriormente donde reside la causa por la cual no es correcta una ducha con agua fría en los pacientes con fiebre. Aún en un paciente con alta temperatura en su interior, el contacto de la piel con agua fría ocasiona una respuesta local que genera contracción y colapso vascular, evitando así, paradójicamente, que se pierda calor a través de la piel.

Si le entusiasmó esta lectura, le recomendamos la entrada: ¿Cómo se pierde el calor?, publicada en este mismo Blog.

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